Lo que en el fondo buscamos…
Mi invitación como coach personal
En el mundo en que vivimos es muy fácil y bastante habitual sentirse agobiado por exigencias externas. Se nos pide estar a la altura en el trabajo, cumplir con los horarios y expectativas, ser buen padre o madre, mantener una economía doméstica controlada, pagar todas las facturas en su plazo debido etc. Desde pequeños hemos aprendido que no cumplir con lo que se espera de nosotros trae consigo ciertas consecuencias que pueden ser más o menos graves según el grado de infracción, pero de ninguna manera deseables. Al mismo tiempo hemos aprendido a vivir con la mirada puesta hacia fuera, en “el otro” y preguntándonos: ¿Qué se espera de mí? ¿Lo estoy haciendo bien?
Sin darnos cuenta hemos entrado en un modo de vida preestablecido y muchas veces ajeno a lo que en el fondo deseamos. Tal vez nunca nos hemos planteado, si esta es la vida que realmente queremos. Frases como “hay que vivir con los pies en el suelo, ser realista porque el mundo es así” no hacen más que convencernos de que la única opción de vida válida es la conocida: algo como un mal menor dentro de lo fatal que nos podría ir.
En este paradigma de vida parece sumamente coherente desear que el mundo externo sea más amable con nosotros: que en el trabajo, por ejemplo, se nos concedan unas vacaciones pagadas extra, que cambie por fin el jefe y que sea reemplazado por uno más competente, que aparezca la pareja perfecta, que ganemos en la lotería etc. Para que se den estos cambios tan deseados podemos quedarnos a la espera, tal vez hasta a la espera de un gran milagro hecho por un “Deus ex machina”, este dios que en el teatro griego solía aparecer desde fuera del escenario para resolver una situación sin salida.
Lo cierto es que el mundo cambia y a veces nos sorprende con cambios fantásticos, tan cierto como el hecho de que cada x tiempo alguien gana en la lotería. ¿Pero estos cambios realmente nos traen la felicidad que estábamos buscando? Aunque la causa externa de la felicidad siga presente en el día a día, la sensación de felicidad suele desvanecerse después de un cierto tiempo, igual que la infelicidad tras un cambio nefasto. Hay teorías que hablan de un período de tres meses después de los cuales uno se ha vuelto a restablecer en el nivel de (in)felicidad anterior al gran cambio. A la larga, nuestra felicidad no depende de acontecimientos concretos ni de circunstancias externas. Depende de nuestra percepción de ciertas situaciones o acontecimientos como positivos. Y muchas veces no sabemos qué es positivo ni qué es negativo ya que nuestra percepción puede cambiar con el tiempo y transformar lo que en un primer momento aparece como la mayor desgracia, a posteriori y por sus consecuencias inesperadas, en una gran bendición. O viceversa.
Como podemos ver, la idea de una felicidad que perdure en el tiempo es bastante frágil y difícilmente sostenible. Pero si logramos transcender las dicotomías felicidad – infelicidad, positivo – negativo, bien – mal, entramos en el reino de la paz, hemos descubierto la manera sana de vivir, la plena aceptación de lo que es. Ya no entramos en guerra, sino somos libres de actuar con consciencia, de responder a lo que el momento requiere. Esta paz es inherente a todo. Es una cualidad que perdemos en el momento de identificarnos con el juicio y nuestras ideas sobre cómo el mundo debería ser y no es. En eso consiste mi invitación como coach personal: Proporcionarte un espacio para cuidarte e indagar juntamente en todo aquello que perturba tu paz con el fin de transcenderlo y conectar con tu belleza. Ya que para vivir en paz con el mundo es imprescindible estar en paz con uno mismo. Cuando dirigimos nuestra mirada hacia dentro e indagamos en nuestros pensamientos y creencias, cuando tomamos consciencia de nuestro cuerpo y conectamos con nuestras emociones, entonces profundizamos en nuestro autoconocimiento y establecemos la base de una mirada compasiva hacia nosotros. Ahora nos podemos abrazar tal como somos, descubrimos nuestra gran belleza y nos abrimos a un profundo amor tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.